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Había oído hablar bastantes veces de este libro, y finalmente lo encontré barato. Y no saben cuánto me alegro. David Bodanis [DB] justifica en el prólogo el porqué de un libro como éste: En una reunión de amigos, todos ellos “de letras”, surgió el tema de conversación de E=mc2, y DB, curioso, preguntó si todos conocían esta ecuación. ¡Por supuesto que sí! ¡Es una ecuación famosísima de Einstein! ¿Y sabéis qué significa? Ah, ni idea. DB utilizó esta excusa para profundizar en todo lo relacionado con esta ecuación, y le salió este estupendo libro.
El libro no comienza con Einstein, que tarda un rato en aparecer. Comienza estudiando qué es la energía y cómo llegó el ser humano a comprender este concepto, nos habla de la velocidad de la luz, del origen del signo “=” y de por qué debe ser un cuadrado y no un cubo.
Pasamos en estos primeros capítulos por las biografías de multitud de científicos y personajes importantes en el desarrollo de la Ciencia. Entre ellos está Voltaire, quien fue amante de Emilie du Châtelet, una señora con una mente prodigiosa que ayudó no sólo a propagar las ideas de Newton traduciéndolo al francés, sino que fue determinante en el establecimiento del concepto de “energía”, entre otras cosas.
Luego aparece Einstein en escena, su trabajo como inspector de tercera en la oficina de patentes de Berna y su gran hallazgo, seguido diez años después por un hallazgo aún mayor, la Relatividad General, que incluye a la especial. Tras conocer a Einstein, su vida privada, sus éxitos y sus fracasos, la ecuación adquiere vida propia y nos vamos a la II Guerra Mundial a ver cómo alemanes y Aliados lucharon por obtener energía a partir de los materiales radiactivos. Aprendemos que los americanos tuvieron antes la bomba en parte gracias a las acciones de sabotaje que sufrieron los alemanes en sus fábricas de agua pesada.
Finalmente salimos de nuestro planeta y viajamos por el Universo, y aprendemos que gracias a la transformación de masa en energía existe la Tierra tal y como la conocemos, con sus elementos más pesados que el hierro, que sólo pudieron formarse en el núcleo a millones de grados de las estrellas viejas.
El libro repasa las vidas de decenas de científicos de primera fila, nos llena de datos interesantísimos, nos muestra cómo hay tantas cosas interdependientes que en realidad el avance de la ciencia es siempre un esfuerzo conjunto, en definitiva, nos da una visión a vista de pájaro del funcionamiento del mundo a base de pequeños vuelos sobre todo lo relacionado con una única ecuación.
El libro incluye un apéndice fantástico: “¿Qué fue de…”? Como en algunas películas, que al acabar nos muestran a los protagonistas unos años después: “Johhn MCCullough siguió en el negocio del caucho. Compró un concesionario en Idaho y vive felizmente casado criando avestruces y caracoles”. Pues lo mismo. ¿Qué fue de James Chadwick, que descubrió el neutrón en 1932, abriendo la puerta al conocimiento del átomo? Pues se fue a vivir a Inglaterra, y se convirtió en administrador del proyecto Manhattan junto a Oppenheimer. Tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki no pudo volver a dormir sin la ayuda de píldoras en los 28 años de vida que siguieron. Emilio Segrè, colaborador de Fermi, descubrió el Tecnecio. En la tumba de su madre esparció un poco de polvo de este material. “Es muy poco radiactivo y su vida media es de miles de años. Pensándolo bien, no puedo traerle nada a mi madre que vaya a ser más perdurable que esto”. Y así decenas y decenas, estimados lectores.
Por si fuera poco, el libro incluye un montón de notas al final, que no sólo indican la fuente bibliográfica de donde se cita, sino que incluyen un montón de historias que no se encuentran en el texto principal. Aprendemos en las notas, entre otras muchas cosas, sobre los barcos alemanes que llegaron a la Luna, una historia increíble.
Ya en un tono más desenfadado, al ver la contraportada me sorprendí. ¡Ostrás, Joaquín Cortés ha escrito un libro de física! Luego resultó que no, que sólo se parecen un poco
DB menciona en el libro una viñeta cómica en la que Einstein aparece delante de una pizarra cavilando. En la pizarra puede verse
E=mc1E=mc2
E=mc3
Buscando por curiosidad ese chiste no lo encontré (se agradecerá ayuda), pero encontré otro que se le parece mucho:
La gracia del chiste no le hace justicia, sin embargo, a Einstein, quien no llegó por prueba y error a la fórmula famosa, sino tras una deducción matemática basada en la conservación del momento relativista que había propuesto en su artículo de 1905.
Ahora el escritorio tiene mucha mejor pinta. Ha quedado todo bien “cuadrado”.
Sí señor, todo ha quedado bien cuadraaaaaaaado
Para obtener la ecuación E=mc2, se parte del supuesto de un cuerpo que emite dos fotones de la misma energía, uno hacia delante y otro hacia atrás. Al tener los dos fotones el mismo momento lineal (m·v, o más bien hν/c en el caso de un fotón), el cuerpo deberá seguir moviéndose a la misma velocidad que antes. Sin embargo, ha emitido energía, por lo que la energía total del cuerpo debe haber disminuido un poco. Estudiando exactamente cuánto ha disminuido esa energía se llega a la fórmula. Los curiosos avezados en física pueden ver aquí una reconstrucción breve del razonamiento de Einstein: De dónde surge E=mc2
Mi nota para este libro: Muy bueno y muy completo.