remo
Written on Dec 18, 2007
Meriwether trabajaba en arbitraje de bonos. El arbitraje en finanzas no es lo mismo que en otros lados. Decimos que existe arbitraje cuando es posible hacer un conjunto de operaciones (compras y ventas) que sin riesgo alguno nos proporcionan beneficio, aprovechando pequeñas discrepancias en un mismo bien en diferentes mercados o en dos bienes en un mismo mercado.
Un ejemplo tonto de arbitraje es el siguiente: imaginemos que en Londres un dólar cuesta media libra. Sería de esperar que en Nueva York una libra costara dos dólares, para que los precios fueran equivalentes. Pero imaginemos que en los EEUU una libra cuesta tres dólares. Entonces yo vendo una libra en NY por 3 dólares y con esos tres dólares me compro una libra y media en Londres. Acabo de ganar media libra aprovechando un desajuste en los mercados. Soy un arbitrajista. Por supuesto, los arbitrajes que hoy existen son mucho más complejos, pero nos da una idea.
Tras constatar que él y su grupo de arbitraje de bonos eran los principales generadores de ingresos del banco y tras ser despedido (animado a despedirse) por culpa de una metedura de pata de un subordinado, Meriwether decide montar su propio fondo de inversión, a lo bestia. Recluta a los mejores teóricos del mundo de las finanzas, presiona salvajemente a los bancos para obtener un capital inicial y se lanza al mercado con casi 2000 millones de dólares obtenidos de los 100 socios con los que contaba el fondo.
El método mediante el que LTCM ganaba dinero era aprovechar pequeños desajustes en el mercado de bonos, al principio. Pero estos pequeños desajustes no daban demasiado dinero. la manera en que LTCM conseguía verdaderas cantidades de dinero era el apalancamiento: con 500 dólares puedes comprar, pongamos, 1 acción de Google. Pero con esos mismos 500 dólares puedes comprar una opción sobre Google, que te da derecho a comprar o vender cien acciones de Google. El apalancamiento permite operar mayor volumen con menos dinero. Tiene sus peligros, pues tanto las ganancias como las pérdidas se multiplican.
LTCM iba apalancada al máximo, a veces llegando al estar operando con un volumen 100 veces mayor que el dinero de que disponía (apalancada 100 a 1). Cuando las cosas fueron bien, los tres primeros años, los beneficios fueron espectaculares y consiguieron aún más dinero de los inversores. El problema se desató con la crisis asiática del 97 y la de Rusia en el 98, lo que hizo que los inversores dejasen de comportarse como los modelos matemáticos predicen y se fueran todos a los bonos del estado, lo menos arriesgado que hay. LTCM perdió casi 5000 millones de dólares, todo su capital, en unas pocas semanas. Sólo la salvó una acción desesperada del gobierno americano, que reunió a los principales bancos de Wall Street para que entre todos compraran la deuda del fondo.
Las operaciones del fondo terminaron siendo rentables. El problema es que cada día que no lo eran, LTCM perdía cientos de millones de dólares. Con la nueva inyección de fondos de los bancos, se superó el momento crítico y las operaciones volvieron a sus valores esperados. Pero los creadores de LTCM ya no eran dueños de la empresa. Eran los bancos.
Toda la historia es como una inmensa máquina de relojería, que se dirige inexorablemente al desastre. Recuerda a aquel individuo que se tiró de la azotea de un rascacielos, y se le oía decir, al pasar por cada piso: “Por ahora todo va bien, por ahora todo va bien…”. LTCM tenía un modelo de mercado perfecto, aleatorio, matemático. Pero no contó en sus previsiones con el hecho de que en tiempos de riesgo todos los inversores huyen de las operaciones arriesgadas, dejando de ser aleatorios y lanzándose en la misma dirección. Hizo falta una crisis económica mundial para tumbar a LTCM, pero estas crisis no son tan infrecuentes.
El libro está muy bien, es muy didáctico y cuenta multitud de detalles, tanto técnicos como personales de los protagonistas. EL caso LTCM levantó gran revuelo en los EE.UU. en 1998 porque parecía que el gobierno acudía a salvar a una empresa de inconscientes que habían invertido por encima de sus posibilidades. En realidad, las operaciones de LTCM eran de un volumen tal que si los EE.UU. no hubieran intervenido probablemente otros bancos se habrían ido al hoyo con ellos, creando una crisis aún mayor.