remo
Written on May 11, 2018
Yo soy muy de Reverte, vaya por delante. Me gusta, me entretiene y me alegra las lecturas. No le pido mucho. Y en esta novela veo que el autor ha querido hacer una especie de recopilatorio, de libro homenaje, pero sin que se note. Para empezar, los personajes de la novela son los de siempre, los que conocemos, a los que nos hemos acostumbrado leyendo a Reverte.
Negro es Alatriste, y es Coy, y es Corso, y es Lorenzo Quart. Es Reverte trasuntado no solo de personaje sino de especie. Y están los demás personajes, que ya hemos visto en otras novelas: la perra traficante de drogas mexicana, homenaje a la Reina del Sur, el perro luchador francés, que podría tranquilamente ser un Gualterio Malatesta de más al oeste, la perra guapa de verdad que los sabe y que pisa fuerte y es de volver la cabeza y aullar al verla (a esa también la hemos visto en varias novelas), el perro enano pero duro de cojones, que podría ser Quevedo con Alatriste o su propio amigo Juan. El aliado por circunstancias, el poli corrupto, la dueña del bar con un genio de cojones (guiño, guiño), las lumis, el sabio... casi todos los secundarios son arquetípicos.
Luego Reverte homenajea libros. Cuando Boris el guapo sale de la jaula con las perras en celo solo puede murmurar "El horror, el horror", como homenaje a su querido Conrad. Luego inicia el siguiente capítulo con los famosos versos de la jornadfa cuarta de la venganza de Don Mendo (infeliz, ay, del varón / que nace, cual yo, tan guapo). Utiliza al perro sabio (su amo tiene muchos libros y va mucho al teatro y algo se le queda al perro, que cita a Shakespeare sin saber su nombre, pues su amo solo lo llama "el bardo") para hacer todo tipo de coñas culturetas. O más bien coñas básicas relacionadas con la cultura. Se lo pasa bien, Don Arturo, con un montón de guiños que caerán mejor o peor pero que están ahí porque son parte del ADN de Reverte. Hay uno de los chistes que creo que está muy mal escogido y es cuando una perra llama a otra perra "compi yogui". Ese chiste dejará de entenderse dentro de seis meses. Un autor que aspira a durar más que el último ejemplar del Hola no se puede permitir chistes tan banales.
Luego están todas las expresiones en las que sustituye una acción humana (hablar) por una perruna (ladrar), de manera que mil expresiones quedan retocadas (eso son ladradurías, ladridos mayores por palabras mayores, quizá hayas oído ladrar de él). Las primeras veces llama la atención, pero luego cansa algo (a mí, al menos).
En resumen, mucho Reverte y muy Reverte. Cambiando de especie para verse menos restringido por la necesidad de profundidad de sus personajes y escribiendo una historia que es bastante simple (prota pierde amigo, prota busca amigo, prota corre aventuras, prota encuentra amigo) con la excusa de soltar sus chascarrillos y opiniones.
Y aún así, aún así he disfrutado. Mucho. Ustedes mismos.