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El estilo de hablar de Feynman es muy fluido, lleno de paraditas para comprobar si lo que está diciendo se entiende, repitiendo los conceptos y con alguna muletilla que llega a repetir ocho veces seguidas en un párrafo (and so on, para los curiosos). Pero se nota que está sintiendo lo que dice en cada momento, que está íntimamente convencido de las cosas que cuenta. Además, a veces suelta alguna fresca y uno se lo imagina sonriendo con media boca, enseñando el colmillo, con ojillos divertidos mientras el auditorio se parte de risa.
Feynman habla de experimentos de telepatía (fallidos, claro), de experimentos con ratones en los que el experimentador no sabe de estadística y obtiene conclusiones erróneas, de las encuestas que suelen hacer las revistas para saber, por ejemplo, si basándose en veinte respuestas usted será feliz con su pareja, de cómo la religión y la ciencia son compatibles según él, siempre que una no se inmiscuya en el ámbito de la otra. Habla de la época acientífica que le había tocado vivir (en la segunda conferencia explica por qué al s. XX, en el que la ciencia nos trajo la Relatividad y la Mecánica Cuántica, él lo llama “época acientífica”).
Como dato gracioso, Feynman comienza la tercera conferencia diciendo algo parecido a esto: “Me había preparado esta serie de conferencias para tener todas mis ideas estructuradas y ordenadas, para tener un esquema y unos contenidos desarrollados y pulidos que ir desbrozando paso a paso. Me puse a la tarea con esmero, y lo conseguí. Conseguí ordenar todos mis pensamientos y definir las ideas y los desarrollos en tan sólo dos conferencias. Así que esta última pienso improvisarla”.
El libro está estupendo, se lee fácilmente y es un alegato a favor del pensamiento racional. Como el último Sagan, más o menos, pero con un poco más de informalidad y salero. Mi nota: Muy recomendable.
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- 17 December, 2006: Finished reading
- 17 December, 2006: Reviewed