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El libro light del amigo Varu tras "El minotauro global". Para empezar hay que denunciar al título por engaño: lo titula "Diálogos con mi hija" y sin embargo la hija no habla ni una sola vez, todo el libro es un monólogo. Adiós a la mayéutica que se preveía.
Varoufakis plantea cuatro o cinco ideas durante el libro, muy claras, muy sencillas, que juntas pretenden ser el tronco sobre el que se asienta su árbol comunista de la felicidad humana. Reconozco que alguna de las ideas me parece algo más que peligrosa, empezando por la primera. Comienza Varoufakis hablando de que en la edad feudal los siervos del señor del castillo podían tranquilamente aspirar a pasar toda su vida trabajando la tierra, en paz y armonía con el mundo. Pero llegó el mercado, que es el mal, y los señores feudales convirtieron a los siervos en agricultores contratados, que dejaron de trabajar la tierra para pasar a trabajar EN la tierra, pudiendo ser despedidos por sus señores feudales si por algún motivo dejaba de ser rentable el cultivo. Esto por lo visto es malo. Casi parece que Varoufakis añora la época feudal, en la que apenas había mercados y no existía el trabajo como fuerza de mercado (el trabajo -los humanos que hacían el trabajo- era como el césped, podías contar con él como una commodity que venía pegada a tu parcela de tierra. Eso si tenías tierras, claro). Será una impresión mía. Partiendo de ahí se endereza y cuenta cómo ha evolucionado la economía, llegando al punto fundamental del libro en mi opinión:
Varoufakis nos habla de un campo de prisioneros en la II GM en el que se instauró rápidamente el cigarrillo como moneda de cambio. Con el tiempo este mercado llegó a ser casi perfecto: cuando llegaban noticias de que los aliados avanzaban y parecía que la guerra se iba a acabar pronto, los cigarros perdían valor y todo se volvía más caro (nadie quería quedarse con cigarros que no le iban a servir tanto como la comida o el té), y cuando venían malas noticias del frente y parecía que la guerra iba a prolongarse todo bajaba de precio porque los cigarros se encarecían. Este mercado, reconoce Varoufakis, era perfecto porque no entraba el trabajo. Era un mercado de capital y bienes. Varu reconoce que el factor trabajo nos aleja de un mundo idílico y de un mercado perfecto y justo.
Varoufakis es también un tío sincero, e incluso en esas cuatro o cinco ideas reconoce que las cosas no son tan fáciles y que no siempre hay una solución clara.
Es una lectura amena pero no debe entenderse más que como una declaración de principios. Ni mucho menos habla de verdades establecidas.

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  • 1 February, 2016: Finished reading
  • 1 February, 2016: Reviewed