Reviewed by remo on

5 of 5 stars

Share
¿Qué nota se le pone a un clásico de la filosofía que ayudó a construir el mundo que tenemos? Este libro se compone de tres obras, de las que solo dos tiene sentido que vayan juntas (la apología y Critón). En ellas se nos da una parte sustancial de toda la información que existe sobre Sócrates. Me llamó poderosamente la atención el empeño que tenía Sócrates en morir para respetar la Ley, a pesar de que claramente su condena a muerte provenía de lo que hoy en día Podemos llamaría Lawfare, y de que sus amigos le ofrecieron la posibilidad de salvarle la vida mediante exfiltración y destierro.
Años después conecté esto con un maravilloso texto de Tsevan Rabtan, ¿Por qué la Ley?, en el que se defienden las Leyes frente a "la voluntad popular", con una historia fascinante. El meollo del artículo es
La ley es algo más: es un freno. Con sus plazos abstractos y sus procedimientos temporales ordenados, desacompasa el proceso político, siempre sujeto a la volubilidad, a las ensoñaciones, a las respuestas inmediatas. Que la discusión se ahorme impone, en primer lugar, la necesidad de poner las ideas por escrito y, lentamente, impone la necesidad de contar con el experto. En segundo lugar, exige que las discusiones se ajusten a plazos. En tercer lugar, es conservadora al mantener el edificio mientras no se cambie legalmente. Es cierto que puede estar llena de “cuevas de Alí Babá”, pero al estar sometidas a escrutinio por el enfrentamiento entre facciones, es susceptible de cambio sin el sobresalto del que quiere volver al momento inicial, prístino, en el que no había nada y todo debía ser inventado. En cuarto lugar, debilita a las mayorías y refuerza a las minorías, al permitir cambios y evolución según se mueve la marea de las pasiones y de la opinión pública. Esta es la parte más contraintuitiva: la ley se convierte en un límite autoimpuesto a la voluntad colectiva, un entramado pensado para lo que popularmente llamamos “contar hasta diez”. Es el equivalente al contrapeso oligárquico, pero aquí esa oligarquía es formal y aristocrática, es una aristocracia de las ideas, una suma de lo que sabemos y aprendemos, de lo que se va acumulando generación tras generación y error tras error.

Naturalmente, hablo de la ley democrática. Las normas del autócrata son un golem, aparentan ser leyes, pero están huecas por dentro.

Cuando los atenienses reclaman en la Asamblea el derecho a hacer lo que quiera el pueblo, sin límite alguno, los atenienses dejan de ser una asamblea democrática y se convierten en una tiranía transitoria, sujeta a la imposición del argumento sin reposar y a la fuerza tribal. El ciudadano se disuelve cuando la asamblea vota sin cortapisas, porque el ciudadano lo es porque puede participar en un proceso político reglado, con derechos y con obligaciones.


Y creo que Sócrates ya veía esto, y por esta idea de la prevalencia de la Ley frente al calentón de la voluntad popular decidió inmolarse. No hay manera más patente de apoyar una idea que dando voluntariamente la vida por ella. Y eso fue Sócrates.

Leí este libro "por obligación" en COU en filosofía. Y junto a otros cuantos de ese año me cambiaron la vida. La Filosofía debe ser parte del currículo. Y lo dice alguien de ciencias purísimas, no se trata de eso. En fin.

Last modified on

Reading updates

  • Started reading
  • 5 October, 1992: Finished reading
  • 5 October, 1992: Reviewed