Lo que más me sorprendió cuando me enseñaron a mi segundo hijo y lo cogí en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada.Sin desvelar detalles sobre la historia, me ha impresionado el retrato del desamor en el matrimonio que hace la autora. Es demoledor. Y cómo busca la protagionista salidas a la vida que tiene, pero todas las salidas las pinta como futiles a la vez. Menos una, que es bastante absurda (para el lector).
Francamente, no sé si recomendarlo o no porque es muy bueno pero provoca malestar e inquietud. Supongo que a quien le guste la empatía contra viento y marea lo podrá apreciar mejor que yo, que tenía que dejarlo y volverlo a retomar porque me hacía daño.