Reviewed by remo on

2 of 5 stars

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Matilde Asensi [MA] me gusta. Quiero decir que me gustan sus novelas. Algunas de sus novelas. Bueno, partes de algunas de sus novelas. Y si les quitaran las ultimas diez páginas, me gustarían aún más. Porque lo que MA no domina es cómo hacer un final. No sé si mis lectores habrán leido El último Catón, por ejemplo. No es mala novela, si quitamos los seis quintales métricos de inexactitudes históricas, pero el final es para rilarse. Alucinante el cóctel psicotrópico que nos endilga la autora.
En esta novela el final no es tan alucinógeno. Es más mundano, cosa que se agradece. Pero he encontrado un paralelismo interesantísimo entre este libro y Snow Crash, de Neal Stephenson [NS], libro que comenté hace poco en esta página. A continuación viene una discusión poco detallada de ambas tramas (tramatomía comparada, como si dijéramos), pero creo que no cuento nada definitivo, por si estos libros están en las miras de mis lectores.
  1. En Snow Crash, un programador amigo del protagonista queda en estado catatónico por culpa de un virus. El virus muestra tan sólo una pantalla con "nieve" (de ahí el título de la novela), como una tele cuando no recibe señal. Pero en realidad esos puntos bancos y negros representan unos y ceros, que representan algunos fonemas de un idioma sumerio, origen de todas las lenguas. Estos fonemas afectan directamente al cerebro y lo dejan en estado catatónico. Sólo los programadores se ven afectados porque sólo ellos pueden interpretar ese ruido blanco de la pantalla como unos y ceros. En El origen perdido, el hermano del protagonista queda en estado catatónico porque ha pronunciado unos fonemas en aymara, la lengua de los antiguos incas, que es la lengua primigenia. Los fonemas aymaras afectan directamente al cerebro y lo dejan en estado catatónico. Sólo los estudiosos del aymara pueden resultar afectados porque sólo ellos pueden leer el idioma. (se parecen, ¿eh?)
  2. El prota de Snow Crash es un hacker en el metaverso. El prota de El origen perdido es un hacker en el mundo real.
  3. En ambas historias, el protagonista debe deshacer el efecto de la maldición, ahondando en los orígenes de la cultura que creó el mensaje maldito (la sumeria, la aymara), lo que propicia laaaargas explicaciones sobre ambas culturas.
El libro de NS es de 1995. El de MA de 2003. Me quedo con Neal Stephenson.

Como verán, no es un libro de los que yo calificaría como "de culto". Pero ahora viene lo peor: La autora, que supongo que de ciencia no tiene ni puta idea, por los comentarios que hace, comete una serie de atropellos contra la inteligencia que son imperdonables, aunque estemos hablando de una novela. Nueva enumeración:
  1. Aprovechando que los protagonistas se pierden por la jungla amazónica, la autora nos endilga moralina sobre lo poco adaptados que estamos los urbanitas a la selva, y qué poco duraríamos si nos dejasen solos en la jungla, y qué poco vale la técnica comparada con el saber natural de los indígenas.
  2. Aprovechando igualmente la pérdida de los protas en la jungla, nos cae un soplamocos en forma de alabanzas a la medicina natural, como contraposición a la medicina occidental. Que si los médicos de los hospitales no valen nada, que lo que mola son los chamanes, que en comunión con la naturaleza sí que saben curar las enfermedades [Ya me gustaría ver a un chamán operar de apendicitis vulgaris sin que el paciente se le muera de una septicemia].
  3. Y lo peor de todo. Hacia el final del libro hay una crítica contra la teoría de la evolución de Darwin, crítica que cae de lleno en la falacia del Diseño Inteligente. Reproduzco el diálogo porque no tiene desperdicio:
-Bueno, la Teoría de la Evolución ya no es aceptada por mucha gente. Sé que suena raro pero es que, en Estados Unidos, es un asunto que lleva ya muchos años investigánose por motivos religiosos. Ya sabéis que en mi país hay una fuerte coriente fundamentalista y esa gente se empeñó hace tiempo en demostrar que la ciencia estaba equivocada y que Dios había creado el mundo tal y como dice la Biblia.
-¿En serio?- se sorprendió Marc.
-Perdona que te lo diga, Gertrude-comentó la mercenaria con su habitual aplomo-, pero los yankis sois muy raros. A veces tenéis cosas que... En fin, tú ya me entiendes.
Gertrude asintió.
-Estoy de acuerdo-admitió sonriendo
-Bueno, pero ¿a qué venía lo de los fundamentalistas?-pregunté
-Pues venía a cuento de que, bueno... En realidad ser llaman a sí mismos creacionistas. Y sí, encontraron las pruebas.
-¿Las pruebas de que Dios había creado el mundo?-me reboté.
-No, en realidad no -repuso ella, divertida-. Las pruebas ed que la Teoría de la Evolución era incorrecta, de que Darwin se equivocó.
Efraín parecía conocer bien el asunto porque asentía de vez en cuando, pero no así Marta, quien se revolvió como si le hubiera picado una pucarara.
-Pero, Gertrude -protestó-, ¡no puede haber pruebas contra le evolución!¡Es ridículo, por favor!
-Lo que no hay, Marta -dije yo- son pruebas de la evolución. Si la teoría de Darwin hubiera sido demostrada ya -y recordé que le había dicho lo mismo a mi cuñada Ona no hacía demasiado tiempo- no sería una teoría. Sería una ley. La Ley de Darwin, y no es así. [Nota mía: DIOSSSSS, ¡¡qué ignorancia!!]*
-Hombre... -murmuró Marc, mordisqueando una hierbecilla-, a mí nunca terminó de convencerme eso de que viniéramos del mono, por muy lógico que parezca.
-No hay ninguna prueba que demuestre que venimos del mono, Marc -le dije-. Ninguna. ¿O qué te crees que es eso del eslabón perdido?¿Un cuento...? Si hacemos caso a lo que nos contaron plos Capacas, el eslabón perdido seguirá perdido para siempre porque nunca existió. Supuestamente los mamíferos venimos de los reptiles, pero de los innumerables seres intermedios y malformados que debieron existir durante miles de millones de años para dar el salto de una criatura perfecta a otra también perfecta, no se ha encontrado ningún fósil. Y pasa lo mismo con cualquier otra especie de las que hay sobre el planeta.[...]
En fin estimados lectores... Estas falacias deberían estar prohibidas hasta en las novelas, pero es lo que tiene la libertad de expresión. Eso sí, nunca hagan caso de ningún dato referente al mundo real que vean en un libro de MA. Porque no son ciertos. O estarán tergiversados. Como bien sabrán mis lectores, no soy biólogo. Pero les remito al PaleoFreak o a Homo Webensis para aprender sobre lo estúpido que es afirmar que la Evolución no está demostrada.

Mi nota para este libro: Discreto, a menos que entremos en los hechos científicos, en cuyo caso es directamente carbonizable -en un sentido metafórico.

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  • 25 September, 2005: Finished reading
  • 25 September, 2005: Reviewed