Me apasionan las greguerías. Las de toda la vida, las que me asombraron ya en octavo de E. G. B., cuando pensaba que eran chistes realmente curiosos. Son, en su mayor parte, nuevas formas de describir/descubrir (Wittgenstein debería decir algo al respecto) el mundo, son metáforas disparatadas, ingeniosas y válidas. Muchas de ellas son obras maestras y otras son chistes malos (que me encantan: "Como diría Karpov, ¡alfil solos!"). Otras son ágiles comparaciones y símiles que nunca se nos habrían ocurrido a nosotros (al afinar se le retuercen los bigotes al violín). Otras, en cambio, son bellas metáforas ( el arco de violín cose juntas notas y almas, almas y notas). Merecerían ser un género en sí mismas, algo así como los one-liners de la gran literatura.