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La idea de este libro promete mucho. El primer capítulo analiza por qué los cafés en Starbucks y otras cadenas comerciales cafeteras son tan caros comparados con un café en un bar. Tim Harford [TH] nos tiende una trampa, para luego darle la vuelta al argumento. En un principio podríamos pensar que los cafés de Starbucks son tan caros porque esta cadena suele tener sus tiendas en lugares de mucho nivel (en plena Gran Vía madrileña, justo a la salida de las principales estaciones de metro…), y que como paga alquileres muy caros, deben de tener precios caros para mantenerse. Pero es justo al contrario. Comenzando por el término económico de escasez (a ver si algún lector versado en economía amplía esa entrada de la Wikipedia, que está muy delgada la pobre), TH nos retrotrae a los primeros tiempos del Far West y hace un símil entre las tierras de pastoreo de distinta calidad y las franquicias cafeteras. Su tesis es que Starbucks se apodera de los lugares en los que hay demanda de café (salidas de estaciones de metro importantes, en hora punta matutina, las propias estaciones de metro, plazas centrales de grandes ciudades) y ofrece más dinero a los propietarios de los centros comerciales para que no haya más tiendas de café cerca. Como Starbucks tiene así el poder de la escasez, puede permitirse cobrar más caros los cafés porque la gente que sale del metro y necesita un café se para menos a comparar precios y decidir que un capuchino por 3€ es un exceso. He resumido muchísimo el argumento, que puede parecer cojo. La discusión del libro es mucho mejor.
TH nos explica luego qué es un mercado perfecto y cuáles son los tres principales “problemas” que hacen que algunos mercados no funcionen como deberían. Por el camino aprenderemos un montón sobre términos económicos, pero administrados con maestría, de forma que no duelan
Hay un capítulo fantástico sobre las subastas de licencias de telefonía UMTS y cómo dos países distintos (EE.UU. y Reino Unido), empleando sistemas similares, obtuvieron recaudaciones muy distintas por parte de las compañías de telecomunicaciones. Una leve variación en los sistemas provocó que un país obtuviera 100 veces menos ingresos que el otro por más o menos las mismas licencias puestas a subasta. Muy interesante.
También nos damos una vuelta por países en desarrollo. TH compara a Camerún y China, dos países que el autor visitó y que hace pocos años tenían niveles de pobreza similares. Mientras que China ahora es una superpotencia económica y no para de crecer, Camerún sigue sumido en la miseria.
Y aprendemos por qué TH cree que el protocolo de Kyoto puede ser realmente útil, pues un protocolo anterior, que los EE.UU. hicieron de manera interna, consiguió recortar muchísimo las emisiones de azufre.
Una de las mejores partes del libro comienza con la frase Una empresa siempre intentará cobrarte por un producto lo máximo que estés dispuesto a pagar. Y a continuación da multitud de ejemplos, que todos conocemos, de empresas que ponen distintos precios a productos muy similares para que cada cual elija lo que está dispuesto a pagar por ellos. Compañías aéreas, la propia Starbucks y unas cuantas más. Una explicación fantástica.
También hay referencias aisladas a teoremas económicos muy interesantes, como aquél que demuestra que imponer un arancel al producto A importado de otro país es equivalente a poner un arancel al producto B exportado por nuestro propio país.
El libro picotea por temas muy variados. No hay una tesis central que se vaya desarrollando, son más bien capítulos independientes, en general. La lectura es muy amena y a veces, sólo a veces, hay que releer una parte para asegurarse de haber entendido bien el concepto subyacente. Me lo he pasado pipa leyendo.
Mi nota: Muy interesante.