remo
Written on Dec 10, 2007
Un día de cólera habla del Dos de Mayo. De lo que ocurrió ese día y el siguiente en las calles de Madrid. No habla de la guerra de la independencia ni de las motivaciones sociogeopolíticas de la ocupación francesa en España. Habla de la calle y de la gente que ese día salió a batirse.
El libro es, en mi humilde opinión, un gigantesco homenaje que Reverte hace a los que ese día perdieron la vida luchando por, digámoslo con suavidad, el rey más hijo de puta, cobarde y traidor de todos los que nos han tocado en suerte. Así éramos, y no sé si así somos. Vivan las caenas y todo eso. En la guerra de la Independencia Fernando VII, en Bayona, felicitaba a Napoleón por cada victoria francesa contra su gente, los españoles. En fin…
No estamos ante una novela al uso. Es un relato que describe fielmente, reconstruyéndolos a partir de muchísimos documentos, los ires y venires de unos cuantos centenares de madrileños, con nombre y apellidos, que aquel día salieron a la calle a matar franceses, cada cual por sus motivos. El autor sólo se permite la licencia novelística de plasmar los hipotéticos pensamientos y diálogos de los protagonistas, pues su acciones tuvieron realmente lugar.
El libro me ha dejado hecho polvo. Tanto por la historia de quienes murieron como por los fusilamientos indiscriminados de esa tarde y esa noche y esa madrugada y a la mañana siguiente. Por la suprema cobardía de los militares y políticos, que dejaron a los franceses masacrar a la población civil una vez que la revuelta hubo acabado. Por el rey en cuyo nombre todos se batieron y que no merecía ni la centésima parte de la sangre y el sufrimiento que a él se dedicó. ¿Quieren honor, valor, sacrificio y orgullo en la batalla? Aquí no lo encontrarán. La impresionante historia de los capitanes de artillería Daoíz y Velarde, únicos militares junto a un teniente y un alférez que participaron en la rebelión, que con unos paisanos con navajas y escopetas de caza, y quince soldados entre artilleros y voluntarios fueron capaces de hacerles quinientas bajas y más de doscientos prisioneros a los franceses, defendiendo el cuartel de Monteleón, queda luego empañada por la cantidad de gente cuya muerte vemos descrita, apenas una línea en la novela, y fuera para siempre de nuestra vista. Y por el abandono que sufrieron ellos: El jefe de Daoíz y Velarde escribió una carta a Murat, el general al mando de la ocupación francesa en España, diciendo que él no había tenido nada que ver con los locos esos, y que a él que lo registraran porque era inocente. Sus cartas siguieron chaqueteando hasta que cuatro años después terminaba sus misivas hablando de los héroes Daoíz y Velarde. Cobardón.
La guerra, la sangre y la batalla son una mierda. Queda clarísimo lo que piensa Reverte. Hay personajes que hacen su aparición en una página, jóvenes, con brillo en los ojos, con un negocio, una mujer e hijos, con planes de futuro, dispuestos a hacer que los franceses les dejen de humillar. Pocas líneas después, una bala francesa los borra del mapa y del libro, donde en apenas unas líneas Reverte les dedica toda la atención que puede darles, habiendo tantos como ellos. Ya está. Se acabó. Manolo Pérez, chispero de Lavapiés, murió de un balazo al salir de su casa con la navaja lista. Adiós, Manolo. No pudiste hacer nada. El libro y la Historia siguen sin ti. Reverte menciona a muchos cientos de personas, nombre y apellidos, describiendo qué hicieron, dónde lucharon y, en su grandísima mayoría, dónde murieron. Cuánta sangre, pordiós, cuánta sangre. Cuando ya llevamos más de trescientos muertos y vemos que aún quedan cien páginas, que incluyen los fusilamientos de Príncipe Pío, el alma se nos cae a los pies ¡Cuánto sufrimiento!
Reverte es mi favorito. No soy objetivo al comentar sus libros, ya lo saben. En éste, con precisión y bisturí de cirujano históirico, vemos a España en estado puro, con lo bueno y lo malo, con muy pocas palabras más de las necesarias para describir cómo éramos y cómo nos dieron por saco unos y otros. Reverte se ha lucido, en mi humilde opinión.