Reviewed by remo on

5 of 5 stars

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Maravillosa la última entrega de mis picoletos favoritos. Bien llevada, bien contada, bien resuelta, muy entretenida. Creo que es mi libro favorito de la serie. Conocemos a los personajes principales, vuelven otros de novelas anteriores, pasan cosas interesantes y, sobre todo, vemos trabajar a un equipo bien engrasado que hace que la novela fluya sin impedimentos.
Entre las cosas que me han llamado la atención: Las reflexiones filosóficas, empezando por la primera puta frase del libro
Quizá el mayor reto del arte de vivir consista en haber descubierto una manera de seguir prendido a los días cuando la vida empieza a mandarte señales de que has empezado a serle prescindible.
Y otras muchas:
No es necesario que un hombre crea en dios o en una patria para seguir viviendo, pero sí le es preciso hacer con su vida algo, lo que sea, que le ayude a no dejar de creer que el tipo que le saluda cada mañana desde el espejo merece continuar gastando el aire que respira.
Moderar la ambición es la mitad de la felicidad. O más.
Y el autor no se corta a la hora de dejar caer sus pullitas, como cuando un guardia civil recomienda a otro no cometer una falta por exceso de velocidad con un coche camuflado, que en ese pueblo han ganado los antisistema las elecciones y no les iban a perdonar la multa por ser guardiaciviles, o cuando afirma que uno de los delitos cometidos por un sospechoso es la creación y mantenimiento de una página de libros electrónicos gratuitos (y piratas, claro). En otro momento de la novela en que se habla de bitcoins, alguien dice que "minar" no es hacer minería de algo, que no debería decirse minar bitcoins sino extraer o generar, que minar es otra cosa. Y cuando se suben a un Range Rover Evoque el prota afirma que entiende su éxito solo a medias, que la luna trasera tan angosta le da claustrofobia.

Otra que me encantó:
Recordé algo, desde un rincón muy lejano de mi memoria.
-"No es mejor que sucedan a los hombres cuantas cosas quieren."
- Eso lo dirás tú - se opuso Salgado. - ¿Y a las mujeres?
-No lo digo yo - la corregí-. Lo dijo Heráclito de Éfeso. Otro hijo del Mediterráneo, de hace dos mil quinientos años. Tendrás que disculparle. Entonces andaban un poco flojos con el lenguaje inclusivo.
También se nota, o quiero notar yo,
que el autor hace de mensajero de lo que muchos guardias le piden, y lo plasma en la novela en forma de opiniones de otros guardias protagonistas:
[...] si ir a los jueces con delitos tradicionales es jugar en mayor o menor medida a la ruleta rusa, nio te cuento con estos [ciberdelitos], que a veces ni llegan a entenderlos.
-Son casi todos de letras- apostilló Meroño
El teniente asintió, con aire resignado.
-Una de las muchas razones poara poner de una vez en marcha una jurisdicción especializada en cibercrimen, pero ya lo sabéis: tratándose de la justicia, ni lo importante ni lo urgente se atienden. Porque para mí esto es las dos cosas: urgente y cada día más importante.
Por último, disfruté aprendiendo algún dato curioso pero inútil como que Algeciras viene de Al Gasira, "la isla" (Los árabes la llamaban "la isla verde", Al Gasira Al Hadra, pero los romanos la llamaban Portus Albus, "puerto blanco").
En resumen del resumen, léanla, pordios, que es de las mejores de la serie.

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  • 11 June, 2018: Reviewed