Beat the Reaper by Josh Bazell

Beat the Reaper

by Josh Bazell

The Doctor will see you now....

Meet Peter Brown, a young Manhattan ER Doctor who has a past he'd prefer to stay hidden. When a figure from the old days emerges it looks increasingly unlikely that his secret will stay intact.
Nicholas LoBrutto, aka Eddy Squillante, is given three months to live, and it's clear to Peter that the clock is ticking for both of them. He must do whatever it takes to keep him - and his patient - alive.

It's time to beat the reaper....

Reviewed by remo on

4 of 5 stars

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Novela desquiciada, frenética, grosera y divertidísima sobre un médico residente que es también un antiguo matón de la mafia metido en el programa de protección de testigos. Si tuviéramos que hacer de periodistas diríamos que es una mezcla de House y los Soprano, pero con Tourette. En realidad es el médico Pietro "Garra de oso" Brnwna, cuya historia pasada y presente conoceremos intercaladas en un libro delirante.

Me ha encantado, con los fallos de narración que tiene (que los tiene, incluyendo los alegatos políticos en la visita a Auschwitz que no encajan nada con el resto de la novela). La historia es interesante (a la vez que delirante, triste, violenta, todo mezclado y en alternancia) y el ritmo no decae.

O sea,que la recomiendo. No es para almas amantes de Coelho, eso sí.

Vaya como muestra de la sapiencia médica mezclada con la brutalidad y la grosería el comienzo del libro:
De modo que voy camino del trabajo, me paro a ver cómo una paloma se pelea con una rata en la nieve y un gilipollas intenta atracarme! Naturalmente tiene una pistola. Se me acerca por detrás y me la clava en la base del cráneo. Está fría, y en realidad produce una sensación agradable, como de digitopuntura.

–Tranquilo, doctor –me sugiere.

Lo que lo explica todo, al menos. Incluso a las cinco de la mañana, no soy la clase de tío al que se suele atracar. Soy como una estatua de estibador plantada en la Isla de Pascua.
Pero el capullo me ve bajo el abrigo los pantalones azules del pijama sanitario y los zuecos de plástico verde perforados, así que piensa que debo de llevar drogas y dinero encima. Y que a lo mejor he hecho alguna especie de juramento de no patearle su culo de tonto del culo por tratar de asaltarme.
Apenas tengo drogas y dinero suficiente para pasar el día. Y el único juramento que he hecho, según recuerdo, es el de no tener propósito de hacer daño. Me parece que ya hemos pasado de ese punto.

–Vale –digo, alzando las manos.

La rata y la paloma se han largado. Cobardes.
Me doy la vuelta, movimiento que me aparta la pistola de la nuca y me deja con la mano derecha levantada por encima del brazo del capullo. Lo agarro del codo y tiro bruscamente hacia arriba, haciendo que sus ligamentos salten como tapones de champán.
Detengámonos un momento a contemplar el prodigio que llamamos codo.

Los dos huesos del brazo, cúbito y radio, se mueven por separado, y también giran. Lo que pueden comprobar poniendo la palma de la mano hacia arriba, posición en la cual el cúbito y el radio se encuentran en paralelo, y volviéndola luego hacia abajo, postura en que se cruzan formando una equis. Necesitan, por tanto, un complejo sistema de anclaje en el codo, con los ligamentos envolviendo los diversos extremos óseos en unas tiras rebobinables semejantes a la cinta pegada en el mango de una raqueta de tenis. Es una pena romperlos.

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  • Started reading
  • 13 August, 2014: Finished reading
  • 13 August, 2014: Reviewed