Reviewed by remo on

5 of 5 stars

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Estoy aún digiriendo la novela que acabo de leer. Reverte tiene varios registros, desde el "depre" (El pintor de batallas, El francotirador paciente) hasta el florido (La sombra del águila, Cabo Trafalgar), pasando por este que usa hoy y que también ha usado en más novelas (El asedio, Un día de cólera), neutro, ágil, ejecutivo.
Esta novela es Reverte en estado puro y a la vez es un Reverte que ya va marcando sus intenciones desde el principio. La guerra es una puta mierda que no tiene nada de romántico, en España se mataron en ambos bandos gente estupenda y verdaderos hijos de puta, había mucho desprecio por el enemigo que coexistía, paradójicamente, con un grandísimo respeto a su valor en combate. Hubo actos heroicos, gestos de piedad, sed de sangre, injusticias... en ambos bandos, de manera continua. Cuando Reverte plantea esta tesis en la novela hay muchos que se le echan al cuello por "equidistante", pero es que entre dos ejércitos de hermanos españoles a los que les toca ir al frente hay poco más que la equidistancia. Reverte lo deja claro en las primeras páginas, cuando Patricia Pato Monzón, soldado de Transmisiones, llega al primer puesto de mando para tender comunicaciones con los puestos avanzados de los pitones y le sueltan la frase revertiana:
Es lo malo de estas guerras civiles, ¿verdad?... Oyes a un enemigo llamar a su madre en el mismo idioma que tú, y como que así, ¿no?... Se te quitan las ganas.

Reverte sigue a ocho o diez personajes principales, desde que la XI Brigada Mixta republicana cruza el Ebro y toma dos montes (los pitones de Poniente y Levante, Pepa y Lola) que rodean al pueblo ficticio de Castellets, lanzándose a conquistarlo, hasta que tras conseguir parar el ataque milagrosamente, los nacionales avanzan de vuelta y los republicanos tienen que cruzar de vuelta el río como pueden, tras diez días de combate con cientos y cientos de muertos.

El autor se encarga de introducir hechos que sin ser reales sí reflejan cosas que pasaron. Cuando pasa algo bueno es más fácil de recordar:

- En el pueblo de Castellets se para el combate unos minutos, entre insultos y choteos desaforados de ambos bandos, para que una parturienta salga de una casa sitiada y pueda tener a su hijo alejada de los disparos.
- En la ermita del pueblo, dos bandos que llevan pegándose tiros siete horas al sol acuerdan un alto el fuego de media hora para poder llenar las cantimploras en el río, alto el fuego que por supuesto se respeta. Al acabar la media hora, se notifican y empiezan a pegarse tiros otra vez.
-Tras un ataque en solitario de los requetés, en el que son vapuleados en el asalto al cementerio y tienen que quedarse pegados al suelo durante horas bajo un sol de justicia, el teniente de milicias que manda la defensa del cementerio les permite retirarse sin dispararles, avisándoles. Al día siguiente, cuando los requetés, esta vez con apoyo por el flanco de los moros de regulares, toman finalmente el cementerio, el capitán requeté Coll de Rei se encarga personalmente de que los presos republicanos sean tratados con honor. Lamente que el teniente muriera en la defensa del cementerio porque quería darle personalmente las gracias.


Me ha parecido muy bien escrita, con algunos de los clichés de Reverte un poco prominentes (los héroes cansados, que combaten sin fe porque creen que lo que hacen es lo correcto, que algún día la tuvieron pero que la vida, perra vida, se ha encargado de desilusionarlos lo suficiente para que solo la ironía y un sentido propio del deber que no siempre cuadra con el "oficial" les haga seguir adelante cada día). Es el personaje canónico de Reverte, creo que ya lo he escrito más veces. Coy, Lorenzo Quart, el capitán Alatriste, Lucas Corso... Son todos el héroe arquetípico del universo Reverte. Aquí hay alguno más, como el capitán Bascuñana, que ha llegado a capitán republicano sin ser comunista, lo que genera muchas sospechas entre sus propios correligionarios.

Los personajes principales son legionarios, falangistas, republicanos comunistas, republicanos socialistas, dinamiteros murcianos y pastores aragoneses, requetés catalanes, soldados moros de Regulares, periodistas, comisarios políticos, valientes y cobardes, afortunados y desafortunados. Es un fresco muy bien pintado de la guerra, de nuestra guerra.

Al final del libro el cabrón de Reverte pone un epílogo en el que cuenta qué tal les fue la vida a todos los que sobreviven a la novela. Tal y tal se exilió, luego vivió en Cuba, murió en su casa a los noventa años. Tal y tal se metió en política y llegó a ser congresista. Pero nadie es de verdad. Son todos ficticios, por lo que el epílogo es el último intento de explorar los caminos de nuestros abuelos, esta vez tras la guerra.

Otra frase maravillosa, que retrata muy bien el espíritu del libro:
Ten cuidado con los soldados viejos en un mundo en el que se muere joven.

Francamente, he disfrutado, he sentido y he aprendido. No le puedo pedir más a un libro de ficción.

Por cierto, Ferrer-Dalmau hizo dibujos para la novela. Este mapa esbozado por él me ha ayudado mucho a seguir los devenires de la batalla (clic para ampliar).

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  • Started reading
  • 23 October, 2020: Finished reading
  • 23 October, 2020: Reviewed