remo
Written on Oct 24, 2020
El libro recopila cientos de pequeñas historias, intentando darles una cierta continuidad y agrupándolas por capítulos, pero podríamos decir que este es un libro casi aleatorio porque para describir todo su contenido necesitaríamos casi casi reescribir de nuevo el libro, no hay una buena manera de resumirlo.
La gran mayoría de las historias las he leído por otras partes; el autor ha hecho una labor de recopilación principalmente, aunque ha añadido aportaciones personales, como su petición al gobierno británico de que los balones de fútbol en las señales de tráfico fueran geométricamente correctos y llevaran pentágonos y hexágonos, en lugar de solo hexágonos o su visita a una ciudad indeterminada para ver una obra de ingeniería uindeterminada con la que hacerse una foto porque un amigo ingeniero le contó que la habían cagado y les había quedado un empalme medio raro. Obviamente, el amigo entró en pánico (había contratos de confidencialidad firmados por él y por su empresa) y le pidió que no diera detalles, por lo que nos cuenta solo vaguedades muy vagas. Aparte de estas dos historias, las demás creo que andan rulando por ahí desde hace tiempo.
El libro empieza hablando de algo peor que el efecto 2000: El efecto Y2K38, en el que los relojes de sistemas Unix, que empiezan a contar el tiempo en segundos desde 1970, alcancen el límite de 231 segundos, que son más o menos 68 años, 2170 millones de segundos (por construcción son 232 segundos, que van desde -231 hasta 231 ). Nos cuenta historias relacionadas con este tipo de error, como la de 6 aviones F-22 Raptor que al volar de Hawaii a Japón perdieron absolutamente todos los sistemas porque cruzaron la línea internacional de cambio de fecha y sus ordenadores se resetearon. Nos habla luego de puentes como el puente del milenio de Londres y cómo tuvo que cerrar tras su inauguración por culpa de la resonancia. Nos habla también del famoso caso del puente de Tacoma Narrows, y cómo no era exactamente resonancia. Un dato curiosísimo es que nos cuenta que el mito de que los soldados deben romper el paso antes de cruzar puentes es cierto en realidad, py nos documenta el primier puente que se cayó por resoinancia cuando lo cruzaron soldados marcando el paso:
One of the first bridges to be destroyed by synchronized pedestrians was a suspension bridge just outside Manchester, England (in what is now the city of Salford). I believe that this Broughton Suspension Bridge was the earliest bridge destroyed when people walked over it at the resonant frequency.[...]
The bridge was built in 1826, and people crossed it with no problem at all until 1831. It took a troop of soldiers all marching perfectly in sync to hit the resonant frequency. The 60th Rifle Corps of seventy four soldiers were heading back to their barracks at about midday on April 12, 1831. They started to cross in rows of four and pretty quickly noticed that the bridge was bouncing in rhythm with their steps. This was apparently quite a fun experience and they started to whistle a tune to go with the bouncing. Until about sixty soldiers were bouncing on the bridge at once and it collapsed.
Solo he resumido el capítulo 1. Hay mil historias más. Sobre cómo los logos con muchos engranajes suelen estar mal hechos, sobre los interesantísimos errores off-by-one, sobre probabilidad, sobre finanzas, sobre cómo conseguir números aleatorios... La verdad es que ahora que lo estoy comentando veo que el libro trae un montón de historias.
La lectura es entretenida y debe ser visto como una recopilación de historias curiosas y no como un ensayo que tiene principio y fin. Pero merece mucho la pena.
Como parte decididamente mejorable, el autor manifiesta su absoluto desconocimiento en los motivos de los fallos financieros de varios casos. Uno de ellos es el de Knight Capital, una empresa que quebró en una hora por un fallo informático, fallo que se ha documentado extensamente, y otro el de las hipotecas subprime, cuyo origen también conocemos con bastante certeza. Si vas a escribir un libro, esfuérzate un poco en explicar cosas.