Vaya por delante que no soy sospechoso de odiar a Reverte. Pero este último libro que ha cometido (¿perpetrado?) es con diferencia la menor de sus obras menores. La historia es plana, simple, sin ningún tipo de desvío. La protagonista viaja sin motivo claro por varias ciudades europeas con el fin de entrevistar a graffiteros que dan varios puntos de vista sobre el fenómeno del "arte urbano", mientras busca a un escurridizo objetivo. Es un artículo novelado, no una novela. El final pobre, la protagonista lesbiana cuyo discurso interior es el de un hombre, la absoluta inanición de la historia. Lo comparamos con las cincuenta sombras de sado y por supuesto es un pedazo de novela, pero comparada con lo que espero de Reverte no llega al nivel. Esperemos que el próximo Alatriste me alegre más.