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Si yo fuera un periodista de la revista Qué Leer y quisiera un titular impactante para mi recensión de este libro, sin duda elegiría algo del estilo «El pintor de batallas es una mezcla entre Territorio comanche y Cinco horas con Mario». Y es que nuestro idolatrado Reverte ha cambiado totalmente de registro. Esto no es una novela, es un monólogo al que se le ha añadido un espaciotiempo para que parezca una novela. Y no es que no me haya gustado, ojo.
Reverte reflexiona sobre la guerra, básicamente. Sobre la guerra y los héroes cansados. Un fotógrafo de guerra, tras muchos años de profesión y tras ver más cosas de las que le habrían gustado, se recluye en una antigua torre vigía junto al Mediterráneo para pintar en su interior un inmenso fresco circular, la batalla de todas las batallas.
En la novela sólo hay tres personajes importantes, y consiste principalmente en largos monólogos interiores y recuerdos de Faulques, alter ego de Reverte y protagonista de la novela, suturados levísimamente con las intervenciones del narrador. Para los hincha de Reverte, muchas de las cosas que cuenta Faulques ya las habíamos leído, tanto en Territorio comanche como en muchos de sus artículos de El Semanal, donde escribe habitualmente. El libro es una recopilación de todas las vivencias de Reverte sobre la guerra, el horror, la miserable naturaleza humana cuando se nos coloca entre la espada y la pared, o cuando se nos dota de poder omnímodo. La guerra es el escenario perfecto para que se den estas dos situaciones.
El protagonista comparte todas sus reflexiones con su némesis, Ivo, un croata al que conoció en el sitio de Vukovar y que ha regresado del infierno, recorriendo mucho mundo, para encontrarle. El fantasma de una mujer, Olvido Ferrara, demasiado parecida a la protagonista de El club Dumas, impregna toda las páginas de los recuerdos de Faulques.
Creo que Reverte ha publicado este libro en forma de novela porque si no habría sido un territorio comanche II. El hecho de crear un protagonista le permite además retratar mejor el inmenso cansancio del que ha cruzado la puerta del horror, del que, como dice Reverte muchas veces en muchos sitios, “ha recorrido esos últimos mil metros que nadie más ha recorrido, y ha visto cosas que nadie más sabe y que cambiarán su vida para siempre”.
Es un libro oscuro, que te agarra y no te suelta, en el que salen a la superficie muchos de los fantasmas del autor, que se revela humano, demasiado humano, a través del protagonista. En resumen, un gran ensayo sobre la guerra y sobre todo sobre el ser humano, sus bajezas, debilidades y sus vergüenzas. Mi nota: Muy bueno